De repente un día te levantas con un nudo en el estómago. Apenas puedes respirar y el sol te oprime tanto que vuelven ciertos fantasmas del pasado.
Es entonces cuando sujeto con fuerza mi cabeza y agito mis pensamientos. No dejo que tintineen.
Recuerdo con dureza que un día la ansiedad se adueñó de mis días y de mi perspectiva. Logré, sangrando mis sueños, desterrarla en un viaje apocalíptico y prometí no atender jamás sus súplicas.
Y hoy, sin más, atisbo su sombra y me pesan los ojos. Mañana será otro día y sé que no existen ni las causas ni los desatinos. Sé que el desasosiego, visitante pasajero, no encuentra ya anfitrión en mis huesos. Me retiro agotada....pero no vencida.
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