jueves, 29 de septiembre de 2011

Otoño de castañas y calabaza


  Me fascina el otoño. Me apasiona su color a miel, grosella y chocolate  ; su sabor a calabaza y castaña;  su aroma a lluvia lejana. Es capaz de robarle protagonismo al sol, de restarle importancia a los pétalos, de mudar la tez de la gente.
    El otoño es la estación de la nostalgia, de la mirada perdida en algún lugar, del alma suspendida... Supongo que te devuelve a la realidad pero a la vez te envuelve de poesía.
    Es el momento del declive estival. Y en los momentos de declive, uno siente más que nunca que posee el poder de la resurrección. Te recuerda la exigencia de renovarte sin descanso.
    Emerges al alba con la piel salpicada de escarcha tibia. Observas la calidez de los árboles desnudos. Y te provoca un sentimiento de añoranza tan bello que no deseas otro horizonte para tus ojos.

    En otoño, el espíritu tiembla. Se sabe vulnerable frente al viento, el frío y la lluvia. Se confiesa cobarde ante la ausencia de luz intensa y de colores. Y yo, prefiero un espíritu que duda y cuestiona, que no se siente engreído. Nunca me he fiado de los momentos de efusividad que regala la primavera. Me parece tan inmensa esa decadencia otoñal que no anuncia final...

    Me muevo en una especie de baile somnoliento. Me paseo con sosiego. Me acuno entre la realidad y la fantasía. Y al final del día, un breve escalofrío recorre mi piel, invitándome al crepitar del fuego.

    Vendrán nuevos otoños, y con ellos, el meditar del alma vagabunda. Y yo seguiré adorando esta estación que me apacigua con sus tonos ocres y la mudanza de la brisa.....

domingo, 25 de septiembre de 2011

La elegancia del erizo

    Uno de los grandes momentos de este verano, grandioso... ha sido descubrir La elegancia del erizo. Más allá de los ingentes sistemas filosóficos, del poder deslumbrante de la sabiduría...se encuentra el placer de saborear los instantes. Las camelias, el musgo, el color de los montes de Japón... el té de jazmín, las sensaciones frente al arte...

    Vivimos en una sociedad en la que, como machos de la manada, cada cual trata de marcar territorio. Te topas continuamente con personas que quieren demostrar al mundo lo que tienen, lo que saben, lo que son... Se levantan cada mañana y atraviesan su pasarela luciendo cada día un diseño, un tejido brillante, un taconeo atronador... Es una eterna fashion week donde el fasto es directamente proporcional al valor. Entonces comienza una verborrea incontinente donde se profieren todo tipo de autohalagos:  yo he leído..., yo he viajado a..., yo he estudiado y trabajado en..., tengo una casa en...  Inacabable tormento. Mientras, el  backstage se va quedando vacío, polvoriento y sin espectadores. Pero es allí, entre bambalinas, donde reside toda la magia, el aroma esencial de la vida.

    Entre tanto discurso agotador, hemos perdido la capacidad de disfrutar de los cambios de estación. Se nos ha escurrido entre las manos el olor de nuestra piel y de la ajena. Nos atormenta la lluvia y no respiramos su tacto.

    Las dos protagonistas de La elegancia del erizo, Renée y Paloma, permanecen entre bambalinas y desde allí le devuelven al mundo el poder de los pequeños detalles. Ambas se elevan sobre un suelo cultural envidiable, fundamental. Y desde la humildad del sabio cotidiano, nos regalan esas difusas pinceladas que, muchas veces, la grandeza del saber, pasa por alto.

   " ¿Para qué sirve estudiar?", me preguntan muchas veces mis alumnos. Porque gracias a la poesía, la filosofía, el arte, la música... no perdemos ni uno sólo de los matices de la vida y no necesitamos demostrarle nada a nadie.

Nos falta tiempo.....

    Un día le dices que apenas si queda tiempo para estar a su lado. Cuarenta, cincuenta años...no son suficientes. Y te buscaré más allá, flotando en la neblina. No tendrás cuerpo...pero sabré que eres tú. Nuestras almas se reconocerán, y se unirán de nuevo. Ese es el consuelo que me queda frente a este mundo finito, caduco.
    Y lo siento de verdad. No es puro y denso sentimiento prosaico. Con obviedad, no es intrascendencia adolescente. Ni siquiera es rayo fugaz de feliz instante.
    Siento que estaremos unidos siempre...y necesito creerlo. Este mundo no es suficiente porque se agotan las palabras y las miradas en ocasiones se pierden.
    Te buscaré, te lo prometo. No como objetivo ni propósito. Te buscaré porque es innato en mi. Allí, donde sea que el tiempo no se define como tal, te encontraré y seremos universales. o, simplemente seremos. Como ahora, pero sin espera de decadencia.


    Donde habite el olvido, 
En los vastos jardines sin aurora; 
Donde yo sólo sea 
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas 
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios. 

Donde mi nombre deje 
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos, 
Donde el deseo no exista. 

En esa gran región donde el amor, ángel terrible, 
No esconda como acero 
En mi pecho su ala, 
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento. 

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya, 
Sometiendo a otra vida su vida, 
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente. 

Donde penas y dichas no sean más que nombres, 
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo; 
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo, 
Disuelto en niebla, ausencia, 
Ausencia leve como carne de niño. 

Allá, allá lejos; 
Donde habite el olvido.


    Donde habite el olvido, Luis Cernuda.