martes, 15 de noviembre de 2011

Confío

   No sé cómo hemos llegado a este punto pero nos hemos cargado la belleza humilde.

    La gente ya no ve los colores infinitos que nos ofrece un día cualquiera, y sin embargo nos hemos inventado cabinas de cromoterapia. No sé si se puede ser más hipócrita.

    A la mayoría jamás se les ocurriría descalzarse un martes o un lunes... y sentir los guijarros que nos regala un río. Eso sí, hemos inventado el negocio de las piedras sobre la piel, que te relajan los músculos hasta el punto de perder la cordura.

    Miro hacia atrás y no sé cuándo ni cómo hemos llegado a esta farsa tan curiosa, por decir algo. Lo que sí sé es que hemos llegado demasiado rápido. Nos hemos dado mucha prisa en dejar de escuchar el sonido inmenso del silencio, y crear todo un imperio en torno a cds que renegocian "sonidos de la naturaleza".

    Lo peor es que si continuamos así, probablemente llegue un punto en que no sabremos ya ni dónde estamos. Quizá porque ni siquiera nos importe. Pero creo que todavía estamos a tiempo, creo que la esencia tiene más poder que el artificio. Confío en que la sencillez no permita jamás su autodestrucción. Y confío en todos nosotros, que aún temblamos cuando amanece.

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    Hoy hace un mes que te fuiste, Iago.  No sé qué decir....Sin ti... la vida se hace eterna.

sábado, 12 de noviembre de 2011

.......delfines y otros.....

    Sinceramente, me cuesta mucho no escribir sobre Iaguito pero el blog...y la vida, lenta muy lenta, sigue.
    Y aquí estoy yo, frente a frente con mi cara que presiento que cada vez está más demacrada. Y digo presiento porque yo, personalmente no me miro al espejo, pero ya se encargan ciertas almas bondadosas de describir mi estado físico sin dejarse ni un detalle. Lo triste es que se les escapan los detalles internos, vaya hombre.... esos no son descriptibles, esos son sólo criticables.

     Y cambiando de tercio, como diría uno de esos de cuya profesión no quiero acordarme, hoy voy a hablar de los delfines. Por qué? Pues porque forman parte del título de mi blog y porque mi hijo sabe pronunciar peces a duras penas, pero delfín, lo pronuncia a la perfección. Evidentemente, con 18 meses ya sabe él que es un mamífero y no un pez.

    Uno de mis pequeños y nada pretenciosos sueños ha sido siempre nadar entre delfines. Pero debe ser que ese poco pretencioso deseo se ha convertido en el de miles, con lo que ha pasado de ser una inmersión mágica a un negocio en toda regla. ¿Por qué se nos ocurrirá expresar en alto nuestros deseos? Siempre hay una empresa aquí o allí que lo recoge y lo convierte en un negocio lucrativo de la noche a la mañana.
  Total, que a ver cómo consigo yo enfundarme el traje de neopreno, acercarme a un delfín, sin un monitor que le dé continuas explicaciones al pobre animal. Pues ya veremos cómo lo consigo, pero no tengo intención de abandonar este mundo sin acariciar la piel juguetona e huidiza de un animal al que me encantaría parecerme, eso sí, en libertad
  .

jueves, 10 de noviembre de 2011

Sirenas bajo la ducha

    Cuando era pequeña, tenía la firme creencia de que debajo de la bañera se encontraba el fondo del mar. Hasta tal punto llegaba mi teoría, que solía sumergirme y notar el cosquilleo de los peces de colores en las plantas de mis pies.
    Creo que la culpa de todo esto la tenía un anuncio de gel o champú, ya no recuerdo. La mujer se daba un sugerente baño de espuma y al dejar resbalar su cuerpo dentro de la bañera, miles de peces y corales la rodeaban.
    Con el tiempo descubrí que no sólo no se encuentra bajo mi cuerpo el fondo marino sino que es mucho más recomendable ducharse. Pobres pececillos de colores, anémonas y erizos...pero no podemos derrochar .....

    Ahora, cuando me ducho, me da la impresión de que lo que hallo bajo el agua es el fondo de mis pensamientos. Y esto no me lo ha inculcado ningún anuncio, ni mucho menos. Por eso me siento dulcificada cuando caen las gotas sobre mis hombros. Escurro los brazos a la vez que escurre el agua y me rindo a la paz que me ofrece tan bendito momento.

     Durante segundos, me siento sirena, no por la cola de escamas ni por la exuberante melena sobre mi torso. Me siento sirena por el autohechizo de mis cantos, de mis reflexivas melodías. La paradoja del mito, caer presa de tu propia magia.

     Y así soy yo, que convierto una simple ducha cotidiana en una especie de catársis universal.

martes, 8 de noviembre de 2011

Me siento profundamente injusta

     Llevo días sin saber de qué hablar, asi que mucho menos sé sobre qué escribir...
    Hoy ha llovido, así que tengo los huesos ateridos. Observo a la gente bajo sus paraguas y me doy cuenta de que apenas fijan la mirada en nada. Creo que se nos está escapando la humanidad, la estamos dejando huir entre el tráfico y las luces de cruce.
    Hago un esfuerzo por formar parte de conversaciones anodinas. Y lo hago. Profiero un par de idioteces y prosigo mi camino cabizbaja.
    En el fondo, no son las conversaciones triviales lo que me molestan. Lo que me duele es que la gente se sienta con derecho a extraer conclusiones y juicios sobre mi vida, sólo basándose en ese par de idioteces que has dicho para no pecar de maleducada.
    Siempre he pensado que quien te quiere y te conoce no necesita explicaciones. Cuando tienes que dar explicaciones, mal asunto.... Y ahora mismo he caído en la cuenta de que cada vez te absorben más, cada vez exigen más tus entrañas en bandeja y que cuando por fin consiguen ese tan preciado don de tus pesares, entonces lo ponen a la venta al mejor postor.
    Y mañana supongo que volverá a llover, y soplará el viento. Pero no conseguirá arrastrar el dolor. Ése, sigue aquí, conmigo. Y quiero que siga. Lo que no quiero es que los demás lo utilicen para convertirse en jueces sin toga.
    ¿Y a mí qué más me da? Por lo menos, todo esto ha servido para darme cuenta de quién exige explicaciones y quién escucha sin más. 

  Y mientras..............sigo sin encontrar el tesoro.