martes, 8 de noviembre de 2011

Me siento profundamente injusta

     Llevo días sin saber de qué hablar, asi que mucho menos sé sobre qué escribir...
    Hoy ha llovido, así que tengo los huesos ateridos. Observo a la gente bajo sus paraguas y me doy cuenta de que apenas fijan la mirada en nada. Creo que se nos está escapando la humanidad, la estamos dejando huir entre el tráfico y las luces de cruce.
    Hago un esfuerzo por formar parte de conversaciones anodinas. Y lo hago. Profiero un par de idioteces y prosigo mi camino cabizbaja.
    En el fondo, no son las conversaciones triviales lo que me molestan. Lo que me duele es que la gente se sienta con derecho a extraer conclusiones y juicios sobre mi vida, sólo basándose en ese par de idioteces que has dicho para no pecar de maleducada.
    Siempre he pensado que quien te quiere y te conoce no necesita explicaciones. Cuando tienes que dar explicaciones, mal asunto.... Y ahora mismo he caído en la cuenta de que cada vez te absorben más, cada vez exigen más tus entrañas en bandeja y que cuando por fin consiguen ese tan preciado don de tus pesares, entonces lo ponen a la venta al mejor postor.
    Y mañana supongo que volverá a llover, y soplará el viento. Pero no conseguirá arrastrar el dolor. Ése, sigue aquí, conmigo. Y quiero que siga. Lo que no quiero es que los demás lo utilicen para convertirse en jueces sin toga.
    ¿Y a mí qué más me da? Por lo menos, todo esto ha servido para darme cuenta de quién exige explicaciones y quién escucha sin más. 

  Y mientras..............sigo sin encontrar el tesoro.

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