Llevo días sin saber de qué hablar, asi que mucho menos sé sobre qué escribir...
Hoy ha llovido, así que tengo los huesos ateridos. Observo a la gente bajo sus paraguas y me doy cuenta de que apenas fijan la mirada en nada. Creo que se nos está escapando la humanidad, la estamos dejando huir entre el tráfico y las luces de cruce.
Hago un esfuerzo por formar parte de conversaciones anodinas. Y lo hago. Profiero un par de idioteces y prosigo mi camino cabizbaja.
En el fondo, no son las conversaciones triviales lo que me molestan. Lo que me duele es que la gente se sienta con derecho a extraer conclusiones y juicios sobre mi vida, sólo basándose en ese par de idioteces que has dicho para no pecar de maleducada.
Siempre he pensado que quien te quiere y te conoce no necesita explicaciones. Cuando tienes que dar explicaciones, mal asunto.... Y ahora mismo he caído en la cuenta de que cada vez te absorben más, cada vez exigen más tus entrañas en bandeja y que cuando por fin consiguen ese tan preciado don de tus pesares, entonces lo ponen a la venta al mejor postor.
Y mañana supongo que volverá a llover, y soplará el viento. Pero no conseguirá arrastrar el dolor. Ése, sigue aquí, conmigo. Y quiero que siga. Lo que no quiero es que los demás lo utilicen para convertirse en jueces sin toga.
¿Y a mí qué más me da? Por lo menos, todo esto ha servido para darme cuenta de quién exige explicaciones y quién escucha sin más.
Y mientras..............sigo sin encontrar el tesoro.
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