domingo, 8 de enero de 2012

Vilanova de Cerveira, uno de esos lugares......

        En la ribera del río Miño, rozando frontera con España, yace un pueblo que produce ese tipo de sensaciones que uno desea compartir. Cuando voy a Vilanova mi alma se empequeñece y se deja mecer entre el empedrado de las calles. Siento que mi mente pasea por cada recoveco olvidando sus preocupaciones y se pierde entre sus tiernos rincones. 
    Entiendo que este pequeño pueblo portugués no encaja en la idea de paraíso en la tierra, y sin embargo, me resulta francamente paradisiaco dejarme seducir por su silencio.
 
    Ya cuando uno cruza el puente que lo separa de Goián, caes en la cuenta de que tal portada sólo puede conducir a una burbuja excepcional. Ribera fluvial a ambos márgenes, pequeñas barquichuelas acostadas en la orilla, horizonte que recrea paisaje de océano....atardeceres que se reflejan en el agua tintineante... Impresionante antesala para un aposento acogedor.
    Y contemplando a la vez que protegiendo del anonimato, humildes montes, galanes verdes sin pretensiones. Elegancia y pureza. Ritmo y pausa. Emoción y sosiego.

    Tratando de armonizar, las pequeñas tiendas tienen un encanto en el detalle difícil de igualar por cualquier superficie comercial. Son un regalo para los sentidos y se abren en cualquier esquina como si nada.

    El 7 de Enero un grupo personas iba de casa en casa, pidiendo el aguinaldo al son de una melodía tradicional. No sé si es grandioso o no, pero, esta canción junto al sonido de las campanadas de la pequeña iglesia, me hicieron esbozar una enorme sonrisa. No paré de sonreír hasta que me fui a dormir. Y en mi sueño, supongo que Vilanova de Cerveira permanecía inalterable en el tiempo.........................




  

No hay comentarios:

Publicar un comentario